lunes, 12 de abril de 2010

Sobre el descanso

Recuerdo que mi sobrino, con apenas doce años, me sorprendió un día con esta pregunta: “¿Sabes qué es realmente el tiempo?” La sorpresa fue aún mayor cuando, sin darme tiempo a contestar, añadió: “Otra manera de controlar a las personas”. Pensé que el crío prometía, no me equivocaba.

Continuó explicándome que, al organizar algo abstracto como “el tiempo” en casillas concretas y con apariencia más comprensible, como los segundos, los minutos, las horas, los días, las semanas, los meses, los años…, en realidad se nos estaban dando unos esquemas comunes a los que adaptar nuestras vidas y con los que resultaba más fácil dirigir, controlar y marcar límites en la sociedad.

No le faltaba razón, seguramente. ¿Qué duda cabe de la estrecha relación existente entre nuestras rutinas y obligaciones cotidianas y la organización de nuestro tiempo? ¿Quién es capaz de desvincular las responsabilidades laborales y profesionales de eso que hemos dado en llamar “horarios”? ¿Acaso podemos negarle al calendario su papel primordial en nuestra organización vital, al margen incluso de la sucesión de las estaciones? El calendario escolar, el calendario laboral, los días hábiles, los festivos, los fines de semana, las vacaciones… Todos ellos, junto a los horarios, se ajustan mayormente a una determinada cuadriculación del tiempo (la de la sociedad en que vivimos) y determinan a su vez el transcurso de nuestras vidas: el sueño, la vigilia, la actividad escolar o laboral, las comidas, las compras, el ocio, los viajes…

Cualquiera sabe por propia experiencia del peso de esos esquemas temporales, especialmente si sus biorritmos o tendencias personales tienden a infringirlos, o si la tan perseguida “conciliación entre la vida familiar y la profesional” resulta prácticamente inalcanzable. Son muy pocos los privilegiados que pueden elegir qué parte de sus días dedican a trabajar o cuándo disfrutan de sus vacaciones. Y todos tenemos, seguro, ejemplos propios y ajenos de cosas que no hemos podido hacer en el momento en que hubiéramos deseado hacerlas por una “colisión” horaria, o de las consecuencias a nuestra costa de haberlas hecho “fuera de horario”.

Así pues, al parecer, la organización temporal de nuestra cotidianidad se entreteje intrínsecamente con otros dos factores presentes e inevitables en lo que llamamos “estrés” o tensión: las obligaciones y la responsabilidad.

Sin embargo, como a tantas otras cosas en la vida, también a esta reflexión se le podría dar la vuelta. Y no sólo porque sea más que posible identificar elementos positivos en la ordenación del tiempo (que los habrá, y numerosos, probablemente); sino también y simplificando, porque, al volver del revés la existencia de los horarios, las obligaciones y la responsabilidad, al plantearnos sencillamente su ausencia, nos encontramos cara a cara con el significado más relajante del auténtico DESCANSO.

1 comentario:

  1. Que inteligante tu sobrino, seguramente sigue pensando lo mismo sobre el tiempo... Yo al menos lo pienso

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